miércoles, 20 de agosto de 2008

Cartas al Exilio XXVII

Querido Exilio:

Me ha dado mucha gracia tu alto grado de alarmismo, yo te conté eso porque me dio risa el incidente por tan poca cosa, y te lo conté más por el sentido simbólico de la situación: el hombre que se cree grande e invisible y cae derrivado por una piedra en su camino, una piedra más pequeña que su dedo gordo del pie; lo del embarazo y tu piedra es también una alegoría: que te sentías tan preparada y confiada y con algo tan normal como dar la vida a otro ser te descalabras, te caes a pedazos y dejas que tu mundo se desmorone por algo que no era tan grande...

Querido Exilio; yo se que la responsabilidad de ser padres te cambia la vida: pero es una experiencia de la que salís con vida y no algo tan mortal que te puede destruir: es más dar a la luz es tan natural como respirar, recorda que es parte del ciclo de la vida, y Dios y la Pacha Mama son tan sabios que han preparado las condiciones para que salgamos adelante, pero vos te caíste con eso... con nuestro embarazo, te decía que era tu piedra porque yo me mantuve firme y lo vi como lo que era una oportunidad y una bendición que lejos de separarnos como fue el caso debía de unirnos; pero tu desesperación por esa piedrita te derrivo y nos llevaste a ambos a una caída verdaderamente enorme, como lo es el exilio.

Querido Exilio; cuando yo escriba cosas así trata de aprender a leer entre lineas, desaprende esa forma textual de leer que te enseño el sistema y busca el verdadero mensaje que se escribe entre las palabras; te acuerdas del poema que te decía en el que él quería decir te amo y ella lo sabía cuando lo que de su boca salía era cociname frijoles...


Querido Exilio; vos sabes que mi destino está en las letras y en ningún otro lado, sacame de ahí y me vas a matar, no me pidas que me maquilise, tene fe en Dios y en las musas y creeme que aunque me veas muriéndome de hambre estaré feliz, por la Metzi no te preocupes ya que los astros nunca abandonan; ya sabes que Dios aprieta pero no ahorca; la confianza no se demuestra diciendome que crees en mí; sino creyendo cayadamente...

Por siempre tuyo
Raíces
El Salvador, San Salvador, Ciudad Universitaria, 20/8/8

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